Amor, dulzura, encanto. Todo en ti armonizaba: esa mente que graba los paisajes diversos, con palabras dictadas por lenguajes que encierran la belleza, el perfume, el canto, y tú elegías entre otros, porque eran hermanos: El de tu tierra y el de tu sangre.
Cómo quisiera cantarte con palabras impregnadas de la albura del mar, cuando la aurora de diamante lo despierta en la falda del Líbano, y el azul con la gala de sus aguas pinceladas de plata, en Argentina; el níveo manto de las montañas tapizadas de cedros; el de la larga cordillera cubierta de gloria en tu patria; y la albura de las nubes viajeras de las dos tierras hermanas: Argentina y Líbano
Así, con palabras transparentes, sin sombras, aunque tengan la tristeza violeta del mar Blanco(1) atardecido, decirte, con la voz de tu madre, de todas las madres y las apenadas voces de las que nunca lo fueron, que no debieron llevarte.
Eras como el hada al abrir los portales de las tierras árabes.
Quién nos mostrará a Beirut la culta, la joya preciada, la que nunca debieron lastimar. ¡Siete veces destruida! ¡Siete veces levantada! ¿Quién nos llevará por los caminos de la Cruz y del martirio? y sentirá sed, hambre y frío con las que les robaron la tierra, el agua, el pan, la identidad.
Quién nos hablará del dolor de los hermanos, donde alarga su mano artera la codicia y desata su ira incontenida desafiando las leyes de Dios y de los hombres.
Y quién nos hará soñar, cuando la paz anide en los corazones y florezcan en los cármenes las ramas dobladas de dulzura, y vuelvan las rondas cantando su alegría en las noches de Oriente. Y enamorada la luna baje a las fontanas con su cortejo de estrellas de colores
Quién nos hablará con ternura, de la abuela y su espera…mirando el camino. Traicionera la noche no debió llevarte celosa de tus encantos urdió tu despedida y nos deja vacías de ti.
¡Ay Nínawa! ¡Querida niña! Traicionera, la noche no debió llevarte y hasta quiso apagar tu luz. Tal vez hoy te vea brillar en una estrella, y arrepentida, le derrame una lágrima
¡Nínawa! ¡Querida niña! Yo te sentí parte mía: intensa, apasionada, hermosa. Con la pureza de tus ojos y el fervor acercando las distancias.
Y pienso en tu madre, desgarrada de dolor. Mas fue la única en tener el privilegio de acunarte en sus brazos, de escuchar tus primeros balbuceos y a quien sublimaste de grandeza cuando le dijiste mamá.
La que colmaste de orgullo por tu aureola de dones, repartiendo el milagro de tu sonrisa, la generosidad de tus días, el amor de las palabras sin fronteras, suaves y dulces, como una caricia, como una bendición.
Poema "A Nínawa Daher" de la poeta y autora Juana Dib
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